domingo, 22 de febrero de 2015

Proyecto Museo Comunitario Arqueológico Una ventana al pasado en Piñami

Montículo. Este sitio fue ocupado por casi mil años por diferentes culturas, quienes dejaron restos arqueológicos que se quiere preservar a través del trabajo comunitario.



El Proyecto Museo Comunitario Arqueológico Piñami se establece sobre la base de un montículo de tierra ubicado en el barrio Quechisla, al noreste de Quillacollo, en el kilómetro 10.5 de la avenida Blanco Galindo, entrando un kilómetro al norte.

A simple vista se trata de una gran protuberancia de tierra, de más o menos cuatro metros y medio de alto, que alberga silenciosamente secretos de nuestros antepasados. Sitio en el cual se realizaron diferentes excavaciones y se designaron tres puntos de estudio arqueológico.

De acuerdo a Zulema Terceros, arqueóloga y codirectora del Proyecto Piñami, este montículo se fue creando a través de los siglos, y fue edificado por diferentes pueblos que llegaron a habitar en la zona.

Según las investigaciones arqueológicas realizadas, se establece que el montículo era un asentamiento humano de uso multifuncional, ya que se encontraron indicios de vida doméstica: cerámicas, arquitectura y restos religiosos (tumbas e instrumentos ceremoniales).

Todas estas piezas fueron analizadas y la información recolectada sirvió para recrear la vida y las costumbres de los antiguos habitantes. De acuerdo a la investigación este montículo fue ocupado por más de 1000 años (aproximadamente desde el 100 d.C. hasta el 1600 d.C.).

Se cree que los primeros asentamientos estuvieron a nivel superficial, pero con la ocupación humana y la acumulación del sedimento el morro se fue elevando.

La arqueóloga asegura que la actual localidad de Piñami, y en general el valle cochabambino, era bastante húmedo y que esta era una de las razones para que los antiguos habitantes buscaran territorios elevados para vivir; de esta manera guarecerse del agua y de la humedad.

Ese podría ser el motivo por el cual los habitantes elevaron el terreno con rellenos, porque la tierra alta era más propicia para cuidar sus chacras y terrenos a distancia o era ideal para visualizar la llegada de forasteros.

investigando los restos

Los investigadores del Museo Arqueológico de la Universidad Mayor de San Simón, a la cabeza del arqueólogo Ricardo Céspedes, identificaron 54 montículos en el Valle Central de Cochabamba. Sin embargo, actualmente el de Piñami es uno de los pocos sitios que sobrevivieron al crecimiento.

En aquel tiempo este sitio arqueológico contaba con una superficie de dos a tres hectáreas de extensión, mientras que ahora solamente tiene 0,1 hectáreas. Pese a esta reducción territorial aún ofrece muchos datos sobre la vida de la gente que lo ocupó por algo más de 1.300 años.

La codirectora Zulema Terceros informó que el “Morro de Piñami”, como también lo denominan, fue excavado por primera vez en 1988 por investigadores de la UMSS bajo la dirección de Ricardo Céspedes.

En 2002, a solicitud de los vecinos de la OTB, se hizo una arqueología de rescate y luego, en 2005, Karen Anderson y Zulema Terceros realizaron el Proyecto Museo Comunitario Arqueológico Piñami.

El museo actual es resultado de una iniciativa conjunta entre la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), a través del Museo Arqueológico, los vecinos del barrio Quechisla y otras instituciones.

Los habitantes de la zona encararon este proyecto con mucho regocijo, puesto que estaban convencidos de que este atractivo turístico generaría mayores ingresos e incluso posibilidad de empleo para la gente del sector.

De esta manera, el Museo Comunitario Arqueológico Piñami se convirtió en un proyecto ambicioso a largo plazo, que consta de tres componentes: el Museo Abierto, las Salas de Exposición y el Jardín Arqueo-botánico.

Desde el 2006 se está trabajando en la primera fase del mismo, es decir, el Museo Abierto, ofreciendo al visitante la posibilidad de ingresar a una excavación arqueológica y poder ver los vestigios que dejaron los ancestros.

Actualmente la OTB Quechisla está realizando las acciones legales correspondientes para avanzar en la segunda etapa, que es la construcción de las salas de exposición.

hallazgos en el montículo

Según la antropóloga en este lugar habitaron las culturas Formativa, Tupuraya, Tiwanaku y Ciaco, todas dejaron un vestigio de su presencia y de convivencia. Terceros asegura que estos restos arqueológicos no son importantes solo por su cantidad, sino por lo que contienen y los datos que brindan.

“La interpretación de datos es lo que les ayuda a comprender y conocer los modos de vida de los antiguos habitantes del valle y así reconstruir su historia”, afirma Terceros.

Los restos arqueológicos encontrados desde 2002 constan de miles de fragmentos de cerámica, además de una cantidad considerable de vasijas enteras; restos vegetales carbonizados, líticos, huesos de animales como camélidos, roedores, peces y aves; más de 45 entierros, además de la única evidencia de arquitectura tipo tapial de la época de Tiawanaku.

Todas las piezas halladas durante las excavaciones fueron depositadas en el Museo de Arqueología de la UMSS.

De acuerdo a Eduardo Martínez Romero, presidente la OTB Quechisla, se tiene un convenio pactado con el Museo de San Simón, quienes a la fecha resguardan todos los objetos y artículos encontrados, mismos que serán devueltos cuando se establezca la segunda fase del proyecto.

acción comunitaria

El actual presidente de la OTB Eduardo Martínez Romero es uno de los pioneros del proyecto; él confiesa que sus planes iniciales no eran impulsar un museo, sino que llegó junto a un grupo de cooperativistas relocalizados de las minas en 1986, y juntos adquirieron dichos terrenos.

Al realizar las primeras excavaciones para construir sus casitas encontraron restos arqueológicos, por lo que pararon y esperaron que las autoridades den el visto bueno para continuar, pero no fue así.

Una vez que los entendidos, representantes del Museo de Arqueología de San Simón, dieron su veredicto, hicieron todos los trámites legales para no dañar dicho morro.

Es entonces cuando Eduardo Martínez se acercó a los vecinos y todos juntos comenzaron a proteger su patrimonio y a trabajar en comunidad, hasta lograr impulsar el Proyecto Museo Comunitario Arqueológico Piñami, el cual inició sus actividades el año 2003.

Poco a poco los lugareños fueron gestionando -junto a un equipo de personas e instituciones- el apoyo al mismo. Las profesionales encargadas de impulsar este proyecto son: Karen Anderson, directora del Proyecto Piñami y coordinadora del Proyecto Museo Comunitario Arqueológico Piñami y Zulema Terceros, como codirectora del Proyecto Piñami y coordinadora del Proyecto Museo Comunitario Arqueológico Piñami. Ambas fueron las encargadas de las excavaciones y posteriormente las impulsadoras del proyecto en conjunto.

Cabe mencionar que todas las personas interrelacionadas en este temática están trabajando de manera “Ad honorem”, esperando que las cosas cambien con la implementación de la segunda fase.

El primer paso fue trabajar en conjunto para proteger el sector, no solo de los saqueos, sino del daño que puede causar la naturaleza. Es de esta manera que se construyó el tinglado, que no cubre toda la extensión del montículo; es por ello que, en época de lluvia los investigadores junto con la OTB se encargan de proteger el morro con plástico. Pasado ese periodo se retoma la actividad normal.

Asimismo se trabajó con la gente de la comunidad para crear el primer grupo de guías locales, quienes fueron capacitados por el personal de la UMSS; pero, al no poder desarrollar el proyecto en su segunda fase, y no percibir ingresos económicos muchos dejaron de ir al museo.

Ahora solo dos personas se encargan de cumplir la función de guías, Ana María Colque y Norma Arroyo.

Ambas, expertas en el tema, llevan a los visitantes a recorrer los dos ambientes de exposición de restos arqueológicos, explicando los procesos y hallazgos importantes que se encontraron en el Morro de Piñami.

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