-En las últimas décadas, historiadores y arqueólogos bolivianos de la talla de Carlos Ponce Sanjinés, Federico Diez de Medina, Dick Ibarra Grasso, Roy Querejazu Lewis, entre otros ilustres, rechazaron la leyenda de que el incario fue el Estado superior en desarrollo y tecnología a las demás culturas prehispánicas existentes en América del Sur.
Por ejemplo, Ibarra Grasso, en su libro La verdadera historia de los Incas, critica al inca Garcilaso de la Vega, autor de Comentarios reales de los Incas por introducir nuevamente ya en la Colonia, el origen mítico del Imperio Inca, en los siguientes términos: “Garcilaso nos relata tres fábulas sobre el comienzo de los incas en el Cusco: La primera es la del padre Sol que da a los hermanos-esposos Manco y Mama Ocllo, la varita de oro para que fueran a buscar tierra apta para la agricultura. Allí no figuran los Ayares. La segunda aes la que hemos transcrito del hombre poderoso de Tihuanacu; la tercera es la de los hermanos Ayar, ocho en total, cuatro varones y cuatro mujeres, uno de los cuales era Manco Capac. La relación de los hermanos Ayar en Carcilaso es muy inocente: los tres hermanos sin que sepa más de ellos y Manco queda sol, con las cuatro hermanas para fundar el Cusco.
Ibarra Grasso, comenta: “Mucho antes de aparecer los más remotos comienzos de la Civilización tihuanacota, hubo en los territorios andinos de Bolivia, una sucesión de diversos pueblos y culturas que podemos resumir: Los primeros restos culturales los denominamos Viscachanenses por el nombre del primer yacimiento encontrado; la localidad es Viscachani a dos leguas de Patacamaya en la provincia de Sica-Sica, departamento de La Paz. Sus instrumentos típicos son lascas de múltiples formas, hachas de mano, raspadores, gubias, etc., de cuarcita verdosa, trabajadas toscamente con técnica de percusión (…). Su tipo cultural corresponde a un Paleolítico inferior de la arqueología europea. Siguen otras tres culturas existentes en el mismo lugar y en otros varios, particularmente en Potosí. La primera de ellas se caracteriza por la primera aparición de puntas de lanza en forma de hojas de laurel. La segunda nos presenta puntas de lanza arrojadiza o jabalina, en forma de hojas de sauce (…) En Tiahuanacu mismo (en supervivencias), en Oruro, el Sur de La Paz, en Cochabamba, en el Sur de Potosí, en Chuquisaca, en el Noroeste argentino, aparece después una cultura ya provista de cerámica y de piedra pulida y que conoce el cobre. La cerámica es gris y rojiza, distinguiéndose claramente por carecer de adornos pintados”.
Ibarra Graso continúa: “Los pueblos que formaron las culturas Tiahuanacu I y II, ya poseían una hermosa cerámica pintada, policroma, con numerosos rasgos. El Tiahuanacu Antiguo o III, se caracteriza por la existencia de una cerámica pintada, con poco pulimento. Tres formas principales aparecen entonces: una especie de botellón o cántaro chico; un vaso sahumador con cabeza de felino y otra especie de botellón o cántaro chico, de cuello corto y con los bordes de la boca muy abiertos. Según Carlos Ponce Sanjinés, a esta época pertenecen las construcciones arquitectónicas de Kalasasaya, Akapana, Pumapuncu, etc. La antigüedad de este período , según varios análisis de Carbono 14, se remonta hasta un siglo después de la Era Cristiana y dura cerca de tres siglos. El Tiahuanaco Clásico se caracteriza, en primer lugar, por su cerámica policroma, con esmerado pulimento y delgadez extrema en las paredes de las piezas”
En la arquitectura, según Ponce Sanjinés, “predominaría la construcción de grandes palacios hechos de adobe, pero también los edificios anteriores fueron aumentados en diversos detalles, utilizándose en ello la piedra andesita en vez de la arenisca. La puerta del Sol, de la Luna, el monolito Bennett y otros numerosos monolitos, pertenecen a este período”.
En aquel tiempo, de acuerdo a los autores especializados en el tema, la civilización tiahuanacota conocía el bronce, como lo prueban hachas con filo en media luna; tupus, tumis o cuchillos en forma de T. En la base expansiva, Tiahuancu llegó a tener cerca de 1 millón de kilómetros cuadrados de extensión; dominando a Nazcas, Mochicas y la región del Cusco; la Sierra Central y Sur de Perú. La fase expansiva de Tiahuanaco habría comenzado a fines del Siglo VIII e incluso parte del Siglo XII.
A partir del Siglo XII se formó el Reino Colla, con su capital en Hatun Colla, cerca de Puno. El Reino Colla estuvo conformado por la misma gente aymara que integró el Imperio de Tiahuanaco. Posteriormente una nación o rama del Reino Colla, de ascendencia aymara habría de asentarse en un paraje que tuviese los requisitos necesarios para ser la capital de un nuevo reino. Sus caudillos repudiaron toda ascendencia aymara; se atribuyeron un origen divino como hijos del Sol y adoptaron un nuevo idioma. El caparazón era distinto, pero la sangre, la misma. Crearon una ciudad que estuviese también en el centro del mundo. La llamaron Cusco, que quiere decir el “ombligo”, el “centro”.
Roy Querejazu Lewis encaró el tema del verdadero origen del Imperio Inca, sosteniendo en su famosa obra Bolivia Prehispánica, lo siguiente: “Los Incas tienen su origen en una de las naciones Collas de habla aymara. En consecuencia durante la fase que comprende el Imperio Legendario, dependían políticamente del Reino Colla con su capital en Hatun Colla. Durante el reinado de Pachacutec Inca Yupanqui se elaboró una ‘Historia Oficial’ que procuró, como primera medida borrar esa dependencia política de los reyes Collas y establecer para su dinastía un origen divino como ‘Hijos del Sol’ y así aumentar su autoridad y facilitar sus posteriores conquistas territoriales”.
Querejazu Lewis agrega: “La ‘Historia Oficial’ buscó presentar al Imperio Legendario como enteramente cusqueño, con Manco Capac, su fundador y primer soberano. La Historia Oficial no pudo, sin embargo, tener un control absoluto sobre las creencias que traslucen algunos aspectos y detalles que identifican el origen Colla y por lo tanto Aymara del Incario, incluyento a Manco Capac”.
Sin embargo, el que los Incas hayan adulterado o mejor dicho, renegado de su procedencia originaria kolla-aymara, no podemos menos que admirar el sistema de gobierno y los progresos adquiridos en la agricultura gracias a represas y canales de riego, así como en la cría de camélidos y otros animales propios de las mesetas. Además de contemplar, a distancia, el admirable comportamiento de sus súbditos y aún de las gentes “conquistadas” por los diferentes Incas y la creación de un atisbo federal: el Tahuantinsuyo. (clovisdiazf@gmail.com)
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