martes, 2 de mayo de 2017
Artesanos tallan en piedra el legado de la cultura tiwanakota
"Yo pregunté a los naturales si estos edificios se habían hecho en tiempo de los incas, y riéronse de esta pregunta, afirmando que antes que ellos reinasen ya estaban hechos, mas ellos no podían decir ni afirmar quién los hizo. Oyeron a sus pasados que en una noche remaneció todo lo que allí se veía. Así describía el origen de Tiwanaku el español Pedro Cieza de León, en 1532, en sus Crónicas del Perú.
El misterio en torno a esta civilización que se asentó en el altiplano boliviano permanece entre las descomunales piedras de arenisca y andesita volcánica que forman templos construidos con una exactitud y tecnología que muchos calificaron como ajenos a este mundo.
Enormes monolitos de piedra son testigos mudos de la herencia que hoy descansa entre los habitantes del lugar. Tallado, agricultura, historia y tradición son el legado para los visitantes a uno de los destinos tradicionales del país, pueden redescubrirlo en un recorrido especial que los hará parte de la vida de la localidad.
Los herederos del tallado
Nestor Ávalos es escultor y ceramista. Se define, además, como historiador y escritor. Su patio es también un taller, a cielo abierto, en el que reposan moldes de yeso para la cerámica en arcilla y enormes piedras plomas y azuladas en las que, a punta de cincel, esculpe réplicas casi idénticas de monolitos, chachapumas y otros.
Junto a su compañero Clemente Ticona son parte de la asociación Choque Pajcha, que comprende 20 artesanos que trabajan piezas con el "método de los antiguos”. Con el fin de que cada una sea casi idéntica a las que se exponen en los museos arqueológicos, perfeccionan el proceso con esmero y paciencia. Sus obras replican hasta las figuras laterales de los monolitos.
Ávalos asegura que de los tres expertos que en su tiempo hubo en el tallado en piedra solo quedan él y su compañero. "Hemos logrado que nuestro tallado y pulido sea tan bueno como el del sitio arqueológico y del que se han hecho tantos documentales, me cuenta.
La técnica que usa y perfecciona con los años fue transmitida por más de cinco generaciones, pero no de su familia, sino de la de su esposa. "Ella fue quien me enseñó al principio. Ella también hace tallado”, afirma.
Un museo hecho por niños
Según estudios, el complejo de Tiwanaku tenía más de 700 hectáreas de las cuales apenas 70 han sido excavadas. El resto permanece bajo el pueblo, los sembradíos o los campos circundantes. Encontrar piezas o construcciones arqueológicas al empezar un nuevo emplazamiento no es una novedad. Esto también sucede en la escuela del pueblo, Arthur Posnasky. Estudiantes, docentes y padres de familia emprendieron un proyecto socio-productivo de investigación, preservación y recopilación que concluyó en el primer museo hecho por estudiantes.
En un espacio que antes servía de aula, acomodaron una docena de vitrinas en las que exponen desde piezas originales -encontradas en los cimientos del establecimiento- hasta réplicas que trabajaron los niños.
Su fachada tiene como símbolo al PumaKatari, aquel ser híbrido de puma y serpiente presente en los tallados tiwanakotas y que hace unos tres años fue adoptado como símbolo por el servicio de transporte municipal paceño. "Hemos querido pintar la fachada como los buses de La Paz”, dice el director, Wilson Ramos.
En cuatro pasos plasmados en un documento impreso y anillado lograron sentar las bases de un repositorio que, esperan, forme parte de los recorridos turísticos en el pueblo. Una de sus metas es llegar a estudiantes de otros establecimientos del departamento y el país.
"Al hacer el proyecto vimos que nuestros niños o sus papás no conocían nuestra historia y tampoco habían visitado los sitios arqueológicos o los museos”, dice Ramos. Al interior descansan vasijas ceremoniales, enormes piedras talladas e instrumentos musicales.
El ingreso es libre, por ahora, pero con el tiempo se establecerá un costo mínimo de entrada. El dinero será destinado al mantenimiento y la seguridad.
Agroturismo con sabor a leche fresca y papa recién cosechada
Un plato de queso humacha, o de pesque con leche, no sabe igual cuando al cariño del cocinero se suma el esfuerzo de la mano de obra, combinada con los nervios que causa la primera vez que uno está entre los surcos para escarbar papa; o que toma entre los dedos la ubre de una vaca para ordeñarla. En Tiwanaku este sabor es posible.
La chacra de la familia Chino está destinada al cultivo de papa, que es la base de su alimentación, pero también es parte de los insumos que son utilizados para la oferta del sector gastronómico. Sin embargo, su productividad no queda ahí.
Los emprendedores han decidido ingresar en el agroturismo y para ello su cultivo está listo para recibir a los visitantes. En él, el turista vivirá todo el proceso.
"La papa que van a cenar es de este cultivo y será sacada por ustedes”, adelanta Ramiro Chino.
El visitante podrá participar del momento en que se siembra, en el que se cosecha y verá cómo el ciclo vuelve a empezar con la preparación del terreno para el nuevo cultivo.
Meter la picota a la tierra sin lastimar el tubérculo es sin duda una tarea que requiere destreza. Al igual que jalar la planta del tallo y sacarla con sus frutos.
El comedor Inti Wara, de Teófilo Olivera y Leduvina Osco, también ingresó en el rubro. En la cafetería producen quesos con la leche de tres vacas que muy temprano esperan a ser ordeñadas. Chasquita es la primera.
"¡Anímense!”, dice tratando de que los visitantes se acerquen para obtener un vaso de leche caliente y espumosa.
Pero ninguno de los más de diez espectadores es capaz de ordeñar siquiera un cuarto de litro de los 15 que la experta logra extraer.
En la cocina, una olla humeante con quinua cocida espera a los comensales. Otra está reservada para cocinar los productos que cosecharon los visitantes.
Cual experta maestra, doña Leduvina se pone ante sus comensales, vistiendo un mandil, gorro, barbijo y guantes blancos, como la leche que sirve. Explica paso a paso el proceso y luego guía a quienes lo repiten.
"Este tipo de actividades son muy bien recibidas. Ya hemos hecho la prueba con estudiantes de gastronomía y de diferentes escuelas hoteleras que han venido como parte de un turismo agrícola y gastronómico. Han aprendido a cocinar en fogón y a preparar diferentes alimentos”, asegura la hotelera Mery Osco.
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